sábado, 24 de octubre de 2020

No quiero reinventarme...

 


Una  vida en apariencia perfecta.   El capitalismo salvaje había absorbido por completo su cotidianidad, no importaba si eran felices, pues la felicidad    era determinada por la gran variedad de artículos, accesorios, aparatos, borracheras, agite citadino y convulsionante actividad social que era el referente de estar vivos.

Con desdén  veían  como quienes no habían tenido la fortuna de poseer una vida de bienestar y opulencia, caminaban alrededor de sus  autos en la parada del semáforo, y evitaban que siquiera acercasen su esponja derruida por el exceso de uso a las ventanillas.

En el transporte masivo la desbandada de vendedores con todo tipo de artículos, canciones, golosinas, historias, tragedias familiares y también mentiras, entretenían de alguna manera o a regañadientes el trayecto diario de la casa al trabajo y viceversa. 

La romería de millones de  transeúntes, unos en la marginalidad,  otros en el hampa, en el mundo académico, en el proxenetismo, en la mendicidad, la informalidad, el arte, la vida religiosa, la cultura, la mensajería, los servicios de aseo, y un sinnúmero de oficios y actividades mantenían vigente  el ritmo agitado, excitante, deslumbrante y complejo de una ciudad como Bogotá. 

Las madrugadas con el frío que calaba los huesos, la ciudad que empezaba a despertar en medio de atascos de tráfico vehicular, transporte público hacinado, cleptómanos autodiagnosticados por el galeno de la necesidad y la excusa de la falta de oportunidades madrugaban igual que sus víctimas, pues a eso de las 10 de la mañana  su ardua labor se reducía al ritmo de la ocupación de los centros comerciales, locales de venta al detal, clínicas, restaurantes y  oficinas,  por la horda matutina  que vende al mejor postor sus servicios para luego regresar hambrientos y energúmenos en la tarde a sus casas y lamentar no ganar millones, humillar a sus hijos por lo desagradecidos que resultaron ser y  despotricar de su pareja que casi siempre tiene un horario que impide coincidir en casa para  equilibrar las cargas del mantenimiento del hogar.

Oficios, tareas escolares, vigilar a su hijo adolescente para que deje de meterse en problemas y otros hijos de diferentes edades,  que perdieron total respeto por sus mayores y que en cambio  quieren hacer  lo que se les pegue la gana mientras cumplen la edad de convertirse accidentalmente  en padres para continuar perpetuando la especie de desadaptados, rebeldes sin  causa,  adictos al dinero el cual  quieren conseguir con apenas haber  culminado  el bachillerato o  por lo menos   entrar al SENA para convertirse  en un peón más del ajedrez que preserva la realeza sacrificando la vida de todo cuanto los rodea, con la única consigna del deber natural de la especie humana; “sacrificar a los incautos y desposeídos  para hacer  prevalecer la ambición de los hábiles y aventajados que pasan por encima de quien sea en virtud de su prosperidad económica”.

Pasan los días, semanas, meses  y año tras año la historia se repite en una interminable y cíclica ensoñación que si bien no es un cuento de hadas sus protagonistas se empeñan  convertirlo en pesadilla.

La fuerza de la costumbre cobra vigencia y el instinto de supervivencia mantiene a todos alerta; no mire, no diga, y el mínimo roce en un bus atestado se convierte en la ofensa capital que  vuelve a todos  paranoicos, enclaustrados en inseguridades y frustraciones donde es casi imposible encontrarle sentido a lo que se hace y mucho menos lo que con esfuerzo hacen quienes les rodean.

Diversas historias y personas con diferentes perspectivas pero con algo siniestro en común: la incapacidad de ponerse en los zapatos del otro.

El otro, lo otro, los otros, si tan sólo por un instante detuvieran su marcha y miraran alrededor cuan distinto sería su andar en adelante.

Un día cualquiera el mundo cambió, tal  como lo relata Albert Camus  en su obra  La Peste nuestros conciudadanos no eran más culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo, y pensaban que todavía todo era posible para ellos, lo cual daba por supuesto que las plagas eran imposibles. Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones.  ¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas". Camus A. 1947. 

Los trenes pararon sus motores, los aviones dejaron de volar, los barcos dejaron de cruzar los mares, las fábricas dejaron de producir, los restaurantes sin comensales  quedaron, hoteles sin viajeros que hospedar y poco a poco la humanidad se fue sumergiendo en una suerte de agorafobia que provocaba absoluto pánico salir, encontrarse, saludar y mucho menos abrazar o besar.  Aunque  la habilidad de adaptación de algunos  encontró maneras de expresar afectos eludiendo  restricciones  y prohibiciones que si bien pueden significar de alguna manera una estrategia de supervivencia dejaron de manifiesto la gran capacidad del ser humano para  saltarse la norma y hacer prevalecer su instinto dándole rienda suelta a sus más básicos deseos.

 

El confinamiento era inminente y como en una versión moderna del Decamerón todos tuvieron  que encerrarse, no en abadías medievales para aislarse de la peste bubónica, sino en apartamentos y casas apiladas de las grandes ciudades para que nadie ajeno respirara cerca,  sitiados por un enemigo invisible, minúsculo e imperceptible. No contarían historias como en el libro de Boccaccio, sino que durante días estarían viendo las noticias recibiendo notificaciones o publicando estados de su situación en el encierro. Un mundo globalizado,  al alcance de un click,  que se ufanaba de ser libre pero encerrado ya en sus egos, su desbordada vida social,  su ceguera ante la tragedia  y desgracia de los menos afortunados se enfrentaba de golpe a la más grande amenaza : el miedo.

Ese horrible sentimiento que saca lo mejor y lo peor de cada quien y se vincula paradójicamente con la supervivencia y el bienestar individuales.  

En pleno siglo XXI, quién se iba  a imaginar que al igual que las guerras mundiales del siglo anterior éste  traería de vuelta zozobra, paranoia y de un día para otro nuestros espacios de socialización se convertirían  en enemigos mortales y la consigna de “no salgas porque pasan cosas, hicieron de nuestro entorno una cárcel, una mazmorra donde se expiarían las culpas por haber provocado como especie daños irreparables al planeta, explotado indiscriminadamente recursos invaluables, arrasado  bosques, contaminado ríos y mares, además de haber olvidado que el planeta es de todos y que  todos necesitamos y nos debemos a él.

Casi seis meses de confinamiento pusieron  de manifiesto el desequilibrado equilibrio en que nos habíamos acostumbrado a vivir, y la necesidad de sobrevivir y continuar con nuestras vidas  en medio de semejante crisis obligó a millones a adaptarse, evolucionar y “reinventarse”, y como es apenas obvio en todas las situaciones que implican vincular la especie humana algunos hicieron de este ejercicio de reinvención  la oportunidad perfecta para aprovecharse de la crisis y  mostrar tanto aciertos como fatales e inconcebibles equivocaciones.

El transporte masivo tuvo que reinventarse y procurar a los ciudadanos la cantidad de buses que garantizaran el distanciamiento mínimo anticontagio, dejando en evidencia que antes habría podido prestar un buen servicio,  la empresas de confecciones empezaron a fabricar cantidades exponencialmente altas de tapabocas, pero ante la demanda también comenzaron a cobrar cifras exponencialmente altas por un trozo de tela con dos sujetadores,  miles de empresas amparadas en la crisis que estaban teniendo aprovecharon para desvincular momentáneamente a muchos empleados pero luego no los llamaron más, los padres al tener que estar con sus hijos todo el tiempo se convirtieron en docentes de apoyo,  los docentes se convirtieron en orientadores virtuales del proceso académico por  whatsapp, y en ocasiones también pudieron  evadir su responsabilidad aludiendo una conexión lenta o la caída de la red; pero también   quedó  en evidencia que no hay conectividad adecuada en Colombia  en pleno siglo XXI,  el ejército se reinventó dejando de luchar con insurgentes, narcotraficantes y bandidos,  dedicando su energía a perseguir líderes sociales y detractores del gobierno de turno, la policía dejó de procurar seguridad y algunos de ellos  se reinventaron cuidando quién usaba tapabocas, además de apalear o  electrocutar  hasta la muerte a uno que otro transeúnte que no estaba acostumbrado a un encierro obligado. Los atracadores que siempre son innovadores en su práctica y estrategias, se reinventaron sumando un accesorio más a su atuendo; un tapabocas para hacer absolutamente  imposible su identificación,  y   el jefe de estado dejó de gobernar pues en definitiva no lo había hecho pero en cambio se reinventó como presentador de su propio “reality” que buscaba con eufemismos  distorsionar una realidad que ya venía deteriorada y maltrecha.

Fueron muchas las alternativas de reinvención en contraste con los beneficios que realmente evidenciaron ante la crisis. Si bien la cuarentena 2020 trajo reflexiones y oportunidades para tomar un nuevo rumbo, también fue la excusa perfecta para abusar del poder, someter a los desfavorecidos y  usar el miedo para doblegar voluntades.  Yo sigo en lo vernáculo, me gusta la simplicidad, lo sencillo y altruista. No quiero aprovechar las crisis para fabricar un nuevo lastre, porque si reinventarse, evolucionar  significa aprovecharse, abusar y mentir preferiría devolver el tiempo e impedir que la abstracción de progreso,  avanzada y felicidad sea el egoísmo, la corrupción, la pereza, la procrastinación, el consumismo desmedido para darle paso a la responsabilidad, el trabajo honesto,  la empatía y la contemplación.

Quiero un mundo que haya aprendido de la experiencia sin caer en la fatalidad,  de adaptarse al cambio de hábitos sin llegar a la zozobra, un mundo capaz de retomar el rumbo sin olvidar el camino recorrido, de hacer memoria sin obsesionarse por el pasado, de llorar sus muertos sin acostumbrarse a la violencia, de buscar el bienestar colectivo, de pensar en progreso sin explotar al otro, de hacer de nuestro mundo un hogar para todos. De lo contrario creo que ya he expuesto demasiadas razones por las cuales no quiero reinventarme.

 

lunes, 21 de septiembre de 2020

Iván en el país de las maravillas


En un pintoresco territorio de la esquina noroeste de Sudamérica vivía un hombrecito miembro de una aristocrática familia, que  se mantuvo activamente en la élite formando parte desde pequeño de galas y banquetes de la clase política dirigente de su país,  Lo que al parecer le impidió ser consciente de la realidad que lo rodeaba  haciendo de este un ser con ansias de poder, con delirios de realeza pues sus títulos eran Duque y además marqués (Márquez).

Intempestivamente después de estar durante mucho tiempo lejos de ese territorio, participando en fiestas reales  en el feudo del tío Sam,  Volvió a su tierra que lo vio nacer pero que poco o nada conocía. De regreso a su tercermundista latifundio quiso continuar con sus ínfulas capitalistas y de realeza europea, convencido de que podría seguir tomando té con todo su séquito al servicio de la oligarquía,  recibiendo apoyo de los grandes industriales y mafiosos, convirtiéndose en títere del gran rey feudal de corazones grandes y manos firmes (evidentes en las autodefensas paramilitares y su inflexible absolutismo)  que después de gobernar durante 8 años se mantuvo en el poder de forma autócrata y desmedida  adoctrinando al futuro duque,   lo que convirtió  en poco tiempo a este visionario mercader de ideas naranja en su marioneta  para perpetuarse en el poder.

Con un discurso bien aprendido y repetido casi que de forma idéntica a su mentor y emulando  su estrategia de ordenar cortar cabezas a opositores en cargos públicos, medios de comunicación, líderes sociales y a cualquier intento de cuestionar sus acciones, o mejor  visibilizar su inoperancia, este solipsista y bisoño personaje con perfil histriónico, logró convencer a los súbditos del rey que mantendría la seguridad democrática de aquel pintoresco reino.  Logró convencer al pueblo que sería el fin del autoritarismo, pero tan pronto se proclamó Rey, o mejor como duque, hizo trizas los pactos de paz, emprendió una campaña de retoma a sangre y fuego de las  políticas fascistas de su mentor, y  mientras su reino se inundaba de sangre él continuaba tomando el té como estaba acostumbrado pues la "aguapanela" le era ajena y hablaba de su país como una sociedad nórdica permaneciendo inmóvil y celebrando la misma reunión como un tétrico deja vu hablando sobre lo eficiente y oportuno que había sido su reinado durante la gran peste que azotó  a su pueblo.

Confinó a la gente en sus casas durante cinco meses para evitar el contagio,  mientras él entregaba su feudo a la debacle de la corrupción, el exceso de fuerza y  matanzas en todo el territorio perpetradas por diversos actores del conflicto en contra de  líderes sociales, campesinos, maestros, estudiantes  y cualquier ciudadano que osara cuestionar o denunciar la barbarie que se gestaba con la indiferencia y beneplácito del  monarca.

Cualquier abuso u operativo en que se vieran involucrados civiles de inmediato era  justificado  en la llamada recuperación de la seguridad,  y las masacres eran minimizadas con el eufemismo de homicidio colectivo, en un macabro juego de palabras y acciones que inculpaban a las poblaciones acorraladas en el conflicto como auxiliadores de un bando o el otro, dejando a dichos pobladores a su suerte, mientras el duque se pavoneaba argumentando que todo era resultado de un proceso de reconciliación fallido, y el machacado y retrógrado discurso nacionalista pondría de nuevo a  aquella ensangrentada y dolida comarca en el escenario de una eterna guerra, evidenciando el profundo daño que provocó  a este particular personaje haber hecho carrera política en el primer mundo para regresar a gobernar un feudo tercermundista.

Sus ínfulas de aristócrata eran evidentes en encuentros casuales con mandatarios y reyes que luego explicaba a los medios de comunicación como cumbres y charlas concertadas de escasos cinco minutos y entre  ser títere del rey de corazones y  mandadero del imperio yanqui se le fueron los 4 años de ilusas contemplaciones de un país desangrado, entregado a la miseria, al abandono y la ingobernabilidad.

Marchas, protestas, movilizaciones populares, masacres, represión gubernamental, prestamos a empresas privadas propiedad de grandes grupos económicos, abandono a pequeños emprendimientos, sonrisas y abrazos hipócritas, discursos anacrónicos hacían del duque Iván un bizarro y ridículo  bufón que vivía en otro tiempo, en otra comarca, en otra realidad, en el ideal sólo posible en su limitado mundo compartiendo con los poderosos sus ínfulas de oligarca y bebiendo el té de la guerra cada tarde con su rey de corazones que continuaría ordenando decapitaciones a detractores, para celebrar eternamente su absolutismo y tiranía  en el  país de las maravillas. 

viernes, 4 de septiembre de 2020

Sálvese quien pueda



“Es que esto acá no es atenidos a ver qué hace el gobierno por cada uno de nosotros Martha Lucía Ramírez


Después de casi  seis meses de  aislamiento,  obligatorio, inteligente, negligente, inconveniente, atroz, nefasto  con demasiado ruido desde los canales nacionales y pocas nueces  en las calles y barrios de los más desfavorecidos quienes terminaron sucumbiendo y poniendo la mayor cantidad de víctimas ante la indolencia de las políticas neoliberales, fascistas que dejó a la virgen de Chiquinquirá la suerte de quienes lamentablemente continúan creyendo que un milagro salvará la insensatez, indisciplina y pésima gestión de los gobernantes que  desviaron por todos los medios posibles la responsabilidad de administrar de forma sensata los recursos para evitar el gran deceso de la ya frágil economía colombiana.

Pequeños emprendimientos cerrados, empresas quebradas, negocios informales perseguidos y una sociedad  encerrada en sus casas mientras la delincuencia se pavoneaba como si nada a sus anchas  arrinconando a los pocos que aún podían salir a  tratar de mantener a flote sus familias.

La promesa de una renta básica se convirtió en la excusa perfecta para desviar recursos,  como lo decía nuestra flamante vicepresidente, filósofa contemporánea   “es que esto acá no es atenidos a ver qué hace el gobierno por cada uno de nosotros”, qué tal los atenidos que no han podido estudiar, ni tener un trabajo digno,  ni un sistema de salud eficiente por culpa de otros atenidos gobernantes que sólo piensan en enriquecerse, desfalcar los recursos públicos, crear leyes que sólo benefician a los bancos privados al igual que  a las grandes empresas de los grupos económicos nacionales y extranjeros. Que tal los colombianos atenidos, en vez de seguir el ejemplo emprendedor  del hermano  de  Martha Lucía quien en 1997 ya tenía una empresa exportadora de un preciado y apetecido producto para los gringos.  Un talco alucinante por el que innumerables  colombianos han perdido la   libertad pero el emprendedor hermanito de “martuchis” sólo tuvo que llamar a su influyente familia y pagar una módica fianza de más de 150.000 dólares.      

Llegó el fin de la cuarentena con la incertidumbre de lo que será la vida de millones de colombianos que perdieron su trabajo, y de tantos millones más que estaban en la informalidad  precisamente por no ser atenidos y terminaron pagando multas  y sin poder acceder a créditos por no tener cámara y comercio, porque en Colombia sólo se apoya a las grandes empresas respaldadas por los monopolios y una vez más se le mintió a los millones de atenidos que no tenían cómo sobrevivir en medio de la más profunda crisis sanitaria, económica, política y humanitaria.

Se detuvo el país con el pretexto de evitar el contagio masivo,  pero la incertidumbre de quienes dependían del diario les obligó a continuar en las calles arriesgando su salud y la de sus familias.  Los recursos que habrían sido suficientes para que los hogares menos favorecidos pudieran seguir consumiendo sus elementos de primera necesidad fueron despilfarrados y disfrazados en días sin IVA y subsidios que nunca llegaron a sus destinatarios.  Por el contrario  se empezó a recriminar por la falta de disciplina en un país donde históricamente  el estado ha sido  aliado del hampa,   un país desigual y corrupto.  Se habló de autoregulación y distanciamiento en una nación donde los servicios de salud siempre están hacinados y las aulas de clase repletas de estudiantes en condiciones precarias.

  Se acabó la cuarentena 2020, y todo empezará de nuevo. Ya mañana otro sofisma de distracción ocultará todos los escándalos de corrupción y malos manejos que  el actual gobierno hizo durante la cuarentena en beneficio  de los mismos grandes capitalistas en su alianza mafiosa con los carteles de la droga, los paramilitares y la subversión.  Las promesas del primer mandatario en su programa de “prevención y acción”  solo logró prevenir su propio contagio y el de su gabinete;  y  se puso en acción para  beneficiar a  corruptos con los recursos que debieron haberse invertido en mejorar las condiciones de los hospitales, y centros de salud, así como la de los trabajadores que perdieron su empleo.   

Cada gobierno es una versión mejorada de lo desleal y antidemocrático que puede llegar a ser el poder. Usando las crisis para desviar la ya atrofiada atención de las masas y entregar a la delincuencia, tanto la de cuello blanco como la de ruana,   para que hicieran feria durante  163   días a sus anchas en todo el territorio nacional. A quienes no mató el virus los mató la gran cantidad de hechos violentos y masacres, perdón : “homicidios colectivos”  pues al parecer para nuestro anaranjado  presidente y su ministro de defensa  el uso de términos sinónimos desdibuja la magnitud de la tragedia, lo mismo que pasó con el hermanito de la vicepresidenta, que no fue mula del narcotráfico sino exportador  a menor escala de productos alucinógenos hacia los estados unidos,  Uribe no es paramilitar sino promotor de grupos de defensa de los campesino, que terminaron aniquilando y desplazando a quienes supuestamente defendían, los colombianos no somos corruptos sino  “avispados”  y la nueva etapa en el manejo de la emergencia sanitaria  no es un "sálvese quien pueda" sino un aislamiento selectivo de distanciamiento y responsabilidad individual. Toda esta suerte de conceptos y términos demagógicos dejan en el limbo a los ciudadanos del común quien en últimas con tal de sobrevivir venderá hasta su conciencia y por la inmediatez del momento se endeudará hasta el cuello, pagará cuotas cada vez más altas para luego cuando por fin esté cerca su tan anhelada jubilación darse cuenta de que no posee absolutamente nada.

Si bien la cuarentena 2020 se había vislumbrado románticamente como la oportunidad de hacer de nuestro mundo un lugar mejor; sí que lo fue. Un mejor lugar para los gobernantes e industriales neonazis que tienen una especie de rencor absoluto por las minorías, por los necesitados, por quienes no han contado con el respaldo de las monarquías y han ido escalando posiciones poniendo de peldaños a quienes siguen esclavizados, explotados o como lo diría nuestra flamante  vicepresidente “atenidos”. Hoy  el presidente Duque muestra su magnificencia, leyendo una interminable lista de supuestos progresos en materia de salud pública y bienestar social, totalmente vigente en el papel pero absolutamente  etérea  en nuestra macondiana   realidad.  

Nuestro hermoso país nunca ha tenido un rumbo cierto, sigue siendo un barco a la deriva, capitaneado por la mezquindad tanto de los electores como de los elegidos, un barco que nunca llega a puerto seguro porque es mucho más fácil seguir remando en las turbulentas aguas de la corrupción, la indiferencia y la ignorancia que tocar un puerto donde se haga un alto, se calibre la brújula,  se alineen las velas y con la carta de navegación pensada  con sensatez se leven anclas y se continúe navegando con la certeza  que nunca hemos de naufragar.

Nuestro capitán en dos años más abandonará el barco, conquistará territorios con el único propósito de labrar su propio destino y dejará de nuevo un barco ajetreado, desgastado con las velas rotas y una brújula absolutamente desorbitada.

El barco al garete  continuará, mientras millones de viajeros producto de la inhumanidad son arrojados por la borda y seguirán naufragando y dejados a la deriva por sinuosos caminos que nunca han de enderezar;  un gran barco que solo mantendrá a bordo  a los grandes señores de los monopolios, las mafias, la corrupción y la violencia. Un barco que navega en ríos de marginalidad y sangre, un barco que seguirá trasegando en celebraciones y banquetes. Ese barco que no admite atenidos sólo seguirá manteniendo a salvo a millonarios y corruptos lanzando un pequeño y desinflado flotador con la consigna “sálvese quien pueda”.


sábado, 18 de julio de 2020

RESURRECCIÓN




Gabriel despertó después de un largo y profundo sueño completamente solo,  como se había sentido en los últimos 2 años. Miró a su alrededor y un absoluto silencio callaba su voz. De pronto notó que seguía ahí, rodeado de la misma gente que lo había menospreciado durante años, de la que sólo había recibido burlas, críticas y  comentarios malintencionados, al igual que de  algunos de sus compañeros del colegio.

Mientras caminaba se cruzaban en su camino todos aquellos que empezaron jugando y terminaron haciendo de su vida la más sórdida y miserable experiencia existencial. Pero esta vez fue distinto, todos parecían ignorarlo, casi como si no estuviera ahí respirando el mismo aire de sus incansables verdugos. Por primera vez en su vida de colegio y como sumergido en el más patético síntoma del síndrome de Estocolmo, extrañó los insultos, empujones y demás abusos de los seis chicos de octavo, que esta vez lo miraban como si al final de cuentas hubiesen logrado entender la pesadilla que sufriera quien los tuviera  cerca. Continuó el  camino hacia su casa y por única vez en mucho tiempo fue feliz. Recorrió con paso lento pero seguro y tranquilo ese trayecto de regreso.

Caminaba confiado en que nadie lo seguía, sin embargo no lograba entender por qué ese cambio repentino, justo y necesario. Al aproximarse a su casa halló la puerta abierta y el revuelo de toda su familia le hizo pensar - “hoy no es mi cumpleaños”-, allí en medio de toda esa oleada de carreras y algunos gritos afanados empezó a notar que algo grave había sucedido.  Miró a Santiago, su mejor amigo quien en silencio lo miraba fijamente, sin pronunciar palabra.  Junto a él estaba su madre, que hablaba por celular con la voz entrecortada. Lo miró fijamente pero no le dijo ni una palabra. Siguió de largo y cerró la puerta tras de sí para después abandonar la casa.

Subieron todos al auto, él por fin pudo preguntar –mamá qué pasa- pero ella continuaba hablando por celular, mientras conducía. Santiago su amigo, iba en el puesto del copiloto, lo miraba con una profunda tristeza y lágrimas en sus ojos a través del espejo retrovisor; pero tampoco le decía algo en absoluto. Al llegar se dio cuenta de que estaban en el parque cercano al colegio.  Las puertas delanteras del auto se abrieron; su madre y su amigo Santiago salieron corriendo. Al mirar por la ventana vio al otro lado del parque el auto de su padre. La policía había puesto ya la cinta amarilla acordonando la zona e impidiendo el acceso. Gabriel también bajó del auto, preguntó a varios curiosos qué había ocurrido, pero ninguno respondía su interrogante. En ese momento Gabriel empezó a imaginar que todo aquel caos era provocado porque algo le había ocurrido a su padre. Al llegar al parque vio a su madre abrazar desconsolada a su amigo Santiago quien con cara de espanto continuaba en silencio mientras miraba a Gabriel. En ese momento su mejor amigo mirándolo fijamente le preguntó - ¿por qué lo has hecho? Miró a su alrededor y volvió a ver a todos sus compañeros del colegio que ahora si lo veían y con un gesto totalmente contrario del que habían expresado durante años por Gabriel, y por una razón que aún no lograba entender sintió como quienes se habían burlado de él durante años se ahogaban en  una honda pena;  mirándolos fijamente sintió como la  compasión, empatía y respeto podían brotar sinceramente de corazones que hasta el momento parecerían imposibles,  para encontrar asidero en aquellos que otrora sólo emanaban fuentes congeladas de amargura.

Lamentablemente al parecer era demasiado tarde, pues el dolor provocado había sido tan grande y profundo que sólo regresando el tiempo habría la oportunidad de evitar aquel hondo sufrimiento.

De repente Gabriel se vio de nuevo rodeado por todos aquellos que lo conocían incluyendo sus crueles compañeros, miró fijamente a sus padres, a su mejor amigo; Santiago,  y uno a uno a los ojos de aquellos que hasta el momento habían hecho de su vida un infierno. Ya no tenía miedo, por el contrario todo sería diferente,  en adelante ya no había por qué temer. Miró una vez más a todos los que estaban allí con él. Miró a sus padres y al girar se dio cuenta de que ya era demasiado tarde, que ya los lamentos y lágrimas poco ayudarían; en un instante toda su vida pasó frente a él, sus enemigos lo amaron, sus padres se reconciliaron y él se vio a sí mismo colgado por el cuello del cedro de la esquina noreste del parque cerca de su colegio.

domingo, 28 de junio de 2020

SIN I.V.A Y SIN VIDA




Interminables filas, caos vehicular, supuestas ofertas que sumaron  19% a los precios de los productos días previos de la prometida promoción,  una desbandada de comerciantes y una horda de hambrientos consumidores que días antes se quejaban de desempleo, de no poder pagar arriendos y de no saber cómo iban a sobrevivir si la cuarentena continuaba.

Un gobierno estratega que ha entregado subsidios con un calculado efecto "boomerang"  que recobrará con creces  a expensas de la desmedida amnesia que pulula en un país que cae una vez más en la vergonzosa  y conveniente postura de vivir el ratico. No hay memoria; sin memoria no hay pasado y mucho menos futuro.

Un futuro que sucumbe y tambalea precisamente a causa de una de las más profundas crisis que ha vivido la humanidad, una crisis que al contrario de convertirse en una oportunidad de redireccionar el rumbo hacia el progreso,  continúa siendo el caballo de batalla de un gobierno   plutócrata,  que logra desviar la atención ante numerosos escándalos de corrupción y de violencia que además de dejarnos perplejos y con una absurda aceptación de nuestra realidad, provoca además la certidumbre de estar destinados a vivir bajo el yugo  camuflado ofreciendo dádivas, pan y circo para adormecer conciencias y doblegar voluntades repartiendo limosnas.

Espantados los gobernantes proclamaron la sentencia que al alcanzar la ocupación del 35%  en los distintos lugares y espacios de interacción social se tomarían medidas al respecto de la cuarentena y del “aislamiento preventivo, obligatorio, inteligente y ahora negligente que ofreció una suerte de "Black Friday"  criollo en medio de una crisis sanitaria para dispersar la atención una vez más de un pueblo que siempre ha vendido su conciencia al mejor postor, aunque sea este el que más tarde levante su mano infame para azotar con el látigo de la corrupción, la explotación, la desigualdad y el discurso barato de “prevención y acción”.

Prevención representada en la constante insubordinación, indisciplina y torpeza de un pueblo ignorante que sucumbió ante la tramposa estrategia de bancos, grandes comerciantes y gobierno en esa macabra alianza que una vez más hace del consumismo y el hambre la más brutal arma de dominación contra quienes  prefieren comprar electrodomésticos aunque al siguiente día no tengan qué comer. Y acción evidente en la decadente  administración de justicia, lentitud en la toma de decisiones, el constante  deja vu  transmitido en vivo y directo por todos los canales públicos de televisión que busca simplemente dar la apariencia de estar al mando mientras el país sigue su rumbo violento, marginal,  xenofóbico e indiferente frente a todo lo que sucede que en ocasiones se normaliza o minimiza  desde discursos absolutamente desatinados, odiosos y de ultra derecha que desmienten, desconocen y aniquilan cualquier referente de democracia y ponen en evidencia la corrupción rampante y desfachatada que parece no tener final. Si bien algunos pensamos en la cuarentena como una oportunidad de poner en perspectiva diversos temas y situaciones, se convirtió como todo en nuestro país en un folclórico paisaje que hace absolutamente imposible aprender de los errores y mucho menos hacer de cada crisis oportunidades de mejora y direccionamiento hacia un mejor rumbo.

El día sin IVA al igual que otras tantas medidas aplicadas por el gobierno colombiano es un mecanismo irrisorio que camufla tantas salidas en falso y sigue ofreciendo migajas a los incautos e ignorantes ciudadanos mientras entrega soluciones con eufemismos para  favorecer a los poderosos y sentenciar a la ruina a los menos favorecidos.  

Mientras el país espera todavía el tan anunciado pico epidemiológico se dio un día supuestamente exento de IVA,  y  se restarán muchos días más sin vida porque mientras no haya normalidad nuestra cotidianidad será postergada indefectiblemente en un lamento de unos pocos que amasaron fortunas  durante años de  cobrar mucho y pagar poco en sus restaurantes y hoteles mientras el ciudadano de a pie, es multado, arrinconado e ignorado porque después de 100 días de cuarentena se ha visto en la penosa obligación de salir en contravía de cualquier recomendación legal o gubernamental que le da un día sin IVA a cambio de muchos días sin más vida.

martes, 9 de junio de 2020

NO PUEDO RESPIRAR




Tendido en el suelo yace un hombre,  su cuello aprisionado por la rodilla de un policía quien detrás de una placa y un discurso guerrerista cree tener el poder de impartir castigos desde su ya atrofiada escala  de lo correcto.  Muchos han mirado atónitos este acto salvaje, han visto millones de veces por diferentes plataformas el atroz crimen legitimado por quien lleva la placa y pone las esposas en las muñecas del indefenso que al parecer cometió un horrible crimen: -nacer en una sociedad que se jacta de ser cuna de la libertad, una sociedad que lo ha marginado, odiado y alienado; esclavizado desde sus ancestros y obligado a nacer en un país que le ha reclamado sus deberes pero nunca le  ha restablecido sus derechos.

El sueño americano convertido en la más horrenda pesadilla. Pesadilla para los vulnerables, desprotegidos, marginados y desposeídos, para quienes incluso hoy después de más de quinientos años de desarraigo siguen como errantes  y extranjeros en una sociedad controlada por un gobernante que lejos de ser un líder,  es símbolo del fascismo, nazismo y supremacía racista con discurso incendiario quien  pone de nuevo a los egocéntricos estadunidenses en un escenario de patriotismo enfermizo y una sociopatía que desencadena una lógica similar a la de los guetos de la Europa durante la segunda guerra mundial.

El hombre sometido por el indolente policía quedó atrapado en una persecución a  un hombre negro que habría pagado supuestamente con dinero falso en una tienda de abarrotes.  El policía atendió el llamado de los dependientes del comercio y  al encontrarse con aquel hombre corpulento de 2 metros lo detuvo,  pensando seguramente en que si era negro debía ser el fugitivo.  El vídeo que se hizo viral mostraba a un policía oprimiendo el cuello de un hombre negro que le repetía constantemente: - No puedo respirar, no puedo respirar, no puedo respirar -  Aquel hombre esclavizado por quingentésima vez quedó inconsciente y 40 minutos más tarde fue declarado muerto en la clínica adonde lo  internaron de urgencia.
Los policías involucrados fueron despedidos, pero ya cualquier declaración, castigo, escarnio no le devolvería la vida al desafortunado, que si bien pudo haberse equivocado no merecía ser juzgado y mucho menos  ejecutado sin ser escuchado antes.

La certeza de que tenían el derecho de hacer lo que hicieron, legitimados por una placa, una piel pálida y un par de esposas sigue haciendo de los abusos en contra de las minorías un paisaje cotidiano que si bien asombra, aterra y causa estupor, lejos está de configurarse en una movilización mundial de desobediencia civil en contra del maltrato y discriminación de todo tipo,  y por el contrario sigue siendo una gran excusa para tratar de explicar la absurda escala jerárquica a la que  se ha acostumbrado el mundo a estar donde unos miran hacia abajo y otros deben mirar siempre  hacia arriba; una relación de poder piramidal de sometimiento y abusos por religión, raza, preferencia sexual, filiación política y un largo etcétera. Un mundo lleno de prejuicios que   a lo único que no le tiene prejuicio es a la deshumanización del otro.

Una furia contenida, reprimida y neurótica encerrada en  cuerpos y mentes en constante ebullición. Una rabia manifiesta en temores y frustraciones justificadas en una envestidura de falsos mesías en busca de un escenario que les permita ser protagonistas de su espectáculo de depuración, sin detenerse a pensar siquiera por un instante en la reacción en cadena de actos vergonzosos que dejan una estela de estigmatización, abuso, segregación, violencia y muerte.

“Si antes de cada acción pudiésemos prever todas sus consecuencias, nos pusiésemos a pensar en ellas seriamente, primero en las consecuencias inmediatas, después, las probables, más tarde las posibles, luego las imaginables, no llegaríamos siquiera a movernos de donde el primer pensamiento nos hubiera hecho detenernos”. (Saramago,  1995). Si en vez de comportarnos como psicópatas del ojo por ojo hasta terminar todos tuertos, fuésemos capaces de mirar a cada quien a los ojos y vernos reflejados en ellos, dándonos cuenta de que ese espejo reflejará todo lo que somos, hacemos y decimos sin filtros más allá de las marcas que podrían dejar cada una de nuestras acciones indisolublemente en los corazones de todos los demás. 

Ya bien entrado el siglo XXI que antaño vislumbrábamos como el épico escenario de progreso, desarrollo y  evolución; donde las nuevas generaciones habrían aprendido de errores del pasado,  se pensaría como  humanidad, el mundo hablaría en plural y los gobiernos convocarían la unidad.  La salvaje tiranía sería un triste recuerdo, el ortodoxo totalitarismo sería un concepto retrogrado y vergonzoso, nadie moriría de hambre, el color de la piel pasaría inadvertido ante la magnificencia del hombre como especie, la sexualidad trascendería el acto sublime de plena libertad,  reconocimiento tanto individual como colectivo,  sin prejuicios ni estereotipos y la conciencia colectiva configurara el ideal de sociedad civilizada que promoviera el desarrollo intelectual, humano y ético;  sin etiquetas de género,  sin sectarismo político ni religioso que convierte a las masas en hordas belicosas  y alienantes. 

Hoy veinte años entrados en un nuevo milenio se continúa repitiendo la historia, fungiendo el poder alentando la perpetración de los más crueles castigos blandiendo la biblia en sus manos para autoproclamarse mensajeros de justicia, nombrando su Dios como garante de su nuevo caótico, repulsivo y despótico orden mundial. Decía el escritor estadunidense exiliado en Francia James Baldwin: Si el concepto de Dios tiene alguna validez o algún uso, sólo puede ser para hacernos más grandes, más libres y más amorosos. Si Dios no puede hacer esto, es momento de que nos deshagamos de él”. Tantos crímenes, guerras, injusticias y vejámenes que se han cometido y se continúan cometiendo en nombre de la justicia no pueden sino significar una cosa: cuan trastocado tenemos  el sentido de humanidad.

La brutal muerte de George Floyd hace unos días en los Estados Unidos es otro más de tantos y tantos abusos en contra de las minorías exiliadas en su propia nación, es la historia de todas las comunidades negras alrededor del mundo,  siglos de continua arbitrariedad que sólo configura un punto de quiebre de una larga lista de sucesos que nos dejan atónitos pero que dejan de importarnos al poco tiempo dado el historial de esclavitud, maltrato y estigmatización de las víctimas. Mientras miles de hechos similares en diferentes momentos de la historia quedan sin hallar justicia  en el intransitable laberinto de la impunidad.

James Baldwin decía:   “Las guerras terminarían si los muertos pudiesen regresar”, su reivindicación como víctimas del sistema, de la supremacía, de la normalización de la violencia, de la indiferencia. Que su sacrificio no quede nunca más en el anonimato, y que se reconozca la imperiosa necesidad de dejar de legislar y empezar a educar, a conciliar, a recriminar y sancionar, pero sin violencia, cualquier acto que atente contra la dignidad y la vida, dejar de imponer las razones personales por encima de las particulares. Volver a ser humanidad.

El artículo 12 de la constitución política de Colombia en la traducción que hiciera la comunidad Wayú reza Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie ni hacerle mal a su persona aunque piense y diga diferente”, Si cada quien desde su cotidianidad, desde su oficio o su ocupación repitiese constantemente este pequeño estribillo construiríamos humanidad y nadie absolutamente nadie por causa nuestra tendría que decir alguna vez: “no puedo respirar”. 

martes, 2 de junio de 2020

Cuarentena: copiosa calamidad (Tautograma)


Cuarentena: calamitosa  condena cambió completamente conductas


Con contradictorias comunicaciones constantes

Comprometiendo con contertulios  cándidos crédulas cuitas

Colmadas calumnias consentidas con concurrencia  cansada

Cuentos constantes contaminan comarca, 
conllevando catástrofe,

Campeando con coraza cláusulas,
catatónicas coherentes críticas

Confundiendo crisis con  catarro clásico;  
cataclismo, contradicción  clínica

Calambres característicos cansancio corporal.

Cuidado cauteloso con  cirujanos cuarentena continua,

Cubrebocas contribuye cura,    
conociendo cuidados  conmuta cenotafio

Conmina cuarentena, contraria conducta  causa contaminación  

Contestatarios ciudadanos contumaces
continuarán campantes causando contrariedades

Con consecuencias catastróficas, 
contravía corrobora cultura chabacana.

Colombianos cerriles cercenan curación 
causan continuidad cuarentena calamitosa.

Contribución capacita comienzo con celeridad

Copiosa coincidencia, confluencia;  choque  cordial construirá confianza.

Contraerá  calma, cercana complacencia,  
consumación  conquistada.

sábado, 23 de mayo de 2020

ARRÁNCAME LA VIDA





El dolor tiene múltiples facetas que suelen ser indescriptibles. Pero deja siempre la gran lección de cuan frágiles e indefensos podemos llegar a ser o estar…


Al  verla, noté de inmediato que algo no estaba bien, que en su mirada siempre llena de alegría había una profunda tristeza. Su rostro desencajado  como si desde adentro un grito profundo quisiera salir, pero que al mismo tiempo era contenido por su dolor y su absoluta convicción  de que merecía padecer tal angustia, desasosiego; como una sentencia autoinfringida por lo  que ella misma horas después  describiera  como la peor experiencia de toda su vida.

Todo empezó una semana antes cuando notó que su periodo no llegaba,  y como no era la primera vez que sucedía sólo pensó que sería pasajero.   Pero al ver que pasaban los días y todo continuaba igual decidió  hacerse una prueba de embarazo.  El sólo pensar volver a ser madre la llenaba de ansiedad e incertidumbre.  Había sido madre muy joven 22 años atrás, y el hecho de pasar por tal experiencia aunque su hijo, su mayor orgullo era la muestra fehaciente de lo excelente madre que había sido,  no la  entusiasmaba en verdad.   La idea de estar de nuevo embarazada la aterraba, no sería fácil volver a empezar.  Se comunicó  con quien había disfrutado  de fines de semana maravillosos retozando en sus brazos y sintiéndose  viva, al borde del éxtasis.  Dos años atrás  el hombre con quien había compartido cinco años de sueños, proyectos, charlas, caminatas y viajes,  de  imprevisto echó por la borda todo aquello que ella consideraba el amor de su vida. De la noche a la mañana se fue y nunca más volvió.

Era una mujer hermosa, atlética, divertida, con la cual se podría hablar de casi cualquier cosa, sin el temor de ser juzgado o parecer un imbécil.  Pese al dolor de la partida del hombre que amaba, siguió su vida con la meta de hacer de aquella experiencia  un buen espejo que en medio del dolor y la tristeza  le permitiese crecer y darse cuenta de lo ingenuos que podemos llegar a ser los seres humanos cuando le abrimos la puerta de nuestro corazón a personas que no desean remar en la misma dirección en que llevamos nuestro barco.

Después de pensarlo durante varios días al fin decidió llamar a quien por razones apenas obvias era corresponsable de lo que una hora antes le confirmaron en un laboratorio;  ya contaba con dos meses de gestación. El hombre al otro lado de la línea con quien había llegado a un acuerdo de disfrute sin compromiso,  pues la madurez de ambos no requería de leyes más allá de un encuentro ocasional que había sido interrumpido por mucho tiempo cuando ella se había comprometido con quien luego de cinco años la dejó en medio de un adiós sin explicaciones.  El hombre que escuchó que sería padre, en un silencio después de tartamudear que a sus cuarenta años no estaba preparado para serlo y en una frase en la cual no titubeó ni por un segundo le  dijo:   ¡mire a ver que hace,  porque yo no puedo!
Aquella frase sería la  única prueba de su absoluta soledad y de lo poco que había sido valorada y reconocida como una maravillosa mujer, excepcional ser humano y abnegada madre, que cuando creyó estaba disfrutando del mejor momento en su vida, se vio sola, absolutamente sola.

El fin de semana anterior su vida dio tantas vueltas que era difícil para ella entender si habían pasado tres días o tres años. Al notar su tristeza la miré pero lo único que me dijo fue: por favor no me preguntes nada, a lo que respondí que estaba bien pero que no la dejaría sola, que la acompañaría y le haría sentir que podía confiar en mí.

Al salir del trabajo y al ver que continuaba tan abatida, le dije que   fuéramos a mi apartamento.  Para nadie era un secreto de la absoluta empatía que nos caracterizaba, podíamos pasar horas y horas hablando de todo un poco y zigzagueábamos de un tema al otro, de aquí para allá, de una  anécdota a  otro y como en una  construcción cooperativa de un relato bien contado y sin previo aviso dejábamos que fluyeran nuestras más triviales o trascendentales reflexiones sin importar si habían pasado tres minutos,  tres horas  o tres días  sin conversar.
Ese día en particular estaba tan callada, decaída, angustiada y evidenciaba que no había parado de llorar.

Cuando llegamos a mi casa  le pregunté si deseaba tomar algo y ella de forma repentina y con total seguridad respondió: Cianuro.

Mientras guardaba silencio y escuchaba sus lamentos miles de conjeturas rondaban mi mente; ¿Qué pudo haber pasado para que en un fin de semana se desmoronara, desdibujara y transformara la  desbordante expresión de alegría en la más   patética expresión de dolor.
Durante largo rato ella trataba de  explicarme  lo que tanto la atormentaba, pero por alguna razón no lograba ser clara y directa al respecto.  Se le rasgaba la voz, por momentos lloraba inconsolablemente, se ahogaba en un mar de lágrimas y repetía incansablemente por qué, por qué, por qué….

Mi prudencia  e intento por siempre conservar la calma sólo se limitaba a escucharla y decirle varias veces que aunque no me podía imaginar su dolor ni la razón que lo causaba  podía contar conmigo y que iba a estar ahí para escucharla y apoyarla.

Repetía continuamente soy un ser horrible, un monstruo, no merezco respirar, me siento una intrusa en este mundo que no merece que yo esté en él….
Sólo hice una pregunta y fue suficiente para que se desmoronara por completo; ¿Estuviste embarazada?  Entre sollozos y lamentos me respondió que si,  pero que ahora su vida ya no tenía sentido…

Ese fin de semana anterior, presa del pánico, sin apoyo del que fuera el padre de su hijo, sin poder refugiarse en su familia,  que siempre le había reprochado el hecho de no haber aceptado las constantes infidelidades del padre de su primer hijo y que hubiese decidido hacer su vida y pensar en que merecía darle un vuelco, dejando atrás años de escuchar que como mujer debía someterse y asumir que simplemente era la vida que le había tocado.

Toda esa historia de machismo normalizado, que de alguna forma se había ido convirtiendo en una constante en su vida;  los hombres a los que había considerado su complemento, la gran excusa para empoderarse y  liberarse habían terminado de  diferentes formas sometiéndola, encarcelándola, usándola y dejándola a su suerte como si todos merecieran un mejor destino menos ella. Esa inmensa soledad camuflada en momentos desbordantes     de alegría traducidos  poco tiempo después en una profunda incertidumbre, tristeza y desolación.

Toda esa avalancha de duelos no superados,  ausencias inexplicables y desprecios injustificados fueron la estocada definitiva que la dejaría con pocas opciones y muchos temores.

Sola, sin respuestas, con temores, sin con quien compartir su preocupación e incertidumbre, tomó la decisión que la tenía  sumida en la más absoluta tristeza, rabia, melancolía y nostalgia.

No  podía tener un hijo. ¿Qué sería de ese ser en medio de tantas dificultades y tristeza, de tanto abandono, de la indiferencia de la que había sido víctima sin darse cuenta por tantos años. Desesperada, sola, sin siquiera un amigo que pudiera escuchar su  angustia, una familia que sería la última a la que  consideraría contar su historia y con el peso de toda una vida de reproches indirectos por acciones del pasado, se dirigió al único lugar que sin juzgar, sin prejuicios morales y sin el estigma homicida, solucionaría su terrible angustia sin preguntarle siquiera si era lo que realmente querría hacer.

Al llegar a aquella clínica,  según lo relataba ella misma, parecía una central de urgencias; nada clandestina, cientos de mujeres, algunas con algún familiar o amigo, otras con sus parejas y otras como ella,  solas. Después la charla con un médico “hombre” que en absoluto habría  sentido la sensación de un embarazo y por supuesto luego  de hacer un generoso pago de una cifra de seis dígitos, cuando apenas había terminado de pagar un crédito de la que era codeudora de su ex, y ahora de vuelta al círculo de giros interminables, de donde había querido salir en varias ocasiones sin mucho éxito.

Un hombre con  traje de médico hablándole sobre los posibles impactos psicológicos, un hombre hablando de lo que vendría después de la decisión que al día siguiente la tendría en un dolor tan profundo que ni ella misma podía identificar el sitio exacto de su sensación;  Un hombre opinando sobre el hecho de un  procedimiento tan polémico y contradictorio. Un hombre orientando a una mujer sobre si realmente sería el paso que en medio de su angustia, miedo y frustración debía dar.

Después de unos 15 minutos de charla  y explicaciones sobre los posibles efectos secundarios post aborto, porque como siempre sin importar qué se comercialice; “El tiempo es dinero”;    fue llevada a un quirófano donde según la política de dicha clínica es prestarle  la ayuda pensando siempre en la salud mental, física y reproductiva de cada una de las mujeres que consultan por su situación.  Nunca juzgaría a una mujer que decide practicarse un aborto, pero cuando la vi tan afligida, triste, angustiada y vulnerable; culpándose por no haberse tomado más tiempo para pensar sobre su decisión; si pensé que tal vez no había recibido la orientación y acompañamiento de un profesional que fuera empático y  no simplemente a un supuesto galeno interesado más en que no se fugara un potencial cliente que en la posibilidad de que recibiera toda la información desde múltiples perspectivas sobre lo que vendría después de consumar esa transición tan corta entre ser una futura madre y decidir acabar con aquella posibilidad.

Al verla tan triste desmoronada, en un interminable llanto recordé las palabras que ella misma me había dicho tiempo atrás hablando precisamente sobre la salud sexual y reproductiva en la cual expresaba una visión de asumir que la vida está presente en lo más sencillo y a veces invisible de cuanto nos rodea.   Sobre el aborto aquella vez le comenté, que independientemente de las posibles razones que hubiera para pensar en realizarlo, debería ser una decisión  exclusivamente de la mujer, al fin y al cabo es ella quien termina sometida, sacrificada, inmersa en una interminable serie de oficios y obligaciones, mientras el semental continuaba con su vida social y profesional.   Ella asintió con su cabeza, y agregó: "la doble moral nos tiene agobiados, mientras en Marte a  un trozo minúsculo del suelo se la pasan estudiándolo y defendiendo la posibilidad de que tenga vida, cuando se trata del aborto múltiples debates tienen curso al respecto según convenga".  En aquella frase me dejó claro que no estaba de acuerdo con aquella práctica pero tambien que ese es un tema de profunda sensibilidad y que dicha discusión debería darse por separado en cada circunstancia.

A pesar de su decisión,  de su gran angustia y sentimiento de culpa, nunca  hice referencia a  aquella charla, era evidente  que todos hablamos desde lo que sentimos y vivimos en un momento de nuestra vida, y no necesariamente por convicción moral, política o religiosa.

Ahora ya no estaba tan segura; su vida se había vuelto de cabeza y la sensación de un bienestar que estaba apenas vislumbrando se había visto truncado e inmerso  profundamente en un lamento de dolor y de muerte.

La abracé con tanta fuerza y le dije al oído: no eres en absoluto una mala persona; eres un gran ser humano que debió tomar una decisión; y aunque ahora la culpa la atormenta, y el deseo de devolver el tiempo para cambiar aquella historia la asediaba constantemente,  ya no había nada que pudiera remediarlo.

Sólo un deseo desde lo más profundo de su corazón de madre se conjugaba en una súplica que le permitiese expiar su culpa, un silencio ensordecedor, un grito mudo, una ausencia llena de melancolía, que le suplicaba al hijo que ya no estaba; entre sollozos: - “arráncame la vida”- lo merezco por no haber salvado la tuya. Silencia mis sentidos, detén mi corazón: “lo siento, perdón, te amo”.

domingo, 17 de mayo de 2020

PERIPATÉTICOS 2020



La vida  nos pone retos y desafíos  que tal vez  nunca imaginamos enfrentar. La tarea de llegar más allá del claustro que se ha diseñado para la enseñanza y el acompañamiento de las futuras generaciones quedó por instantes relegada y nos sitúa  en la difícil misión de asumir a los medios que hemos en ocasiones considerado como eventuales  enemigos  en nuestra campaña por  hacer de nuestro niños y jóvenes personas críticas, empoderadas y autónomas,  teniendo que reconocerlos a regañadientes en la potencial por no decir la única vía para continuar con nuestra vocación como profesos  de la universalidad del  conocimiento y la cosmovisión.  Tal como lo hiciera Aristóteles hace más de 2300 años con sus  peripatéticos”  quienes reflexionaban, se hacían preguntas mientras daban largas caminatas;   Las redes, las plataformas, las aplicaciones y todo este mundo virtual que nos ha aislado, pero que al mismo tiempo ha provocado movimientos, caminatas virtuales, extenuantes jornadas de cuestionamientos y reflexiones del día a día, posibilidades de acercarnos,  encontrar explicaciones  y ante todo  aprendizajes.

¿Será la situación excepcional en que hoy estamos inmersos una posibilidad para reflexionar y filosofar mientras caminamos por los caminos virtuales sinuosos en los que hemos estados sumergidos?  No desfallezcamos, caminemos junto a nuestros  niños y jóvenes, no desistamos en el esmero por continuar este proceso  para que en medio de la dificultad, ellos también cuestionen, piensen, pregunten, creen. Será la mejor manera de hacer de este bizarro episodio  de nuestra vida  también una oportunidad de ver el mundo con otros ojos, dejar el orgullo, apartarnos por unos instantes de una zona cómoda, y empezar a flexibilizar las maneras,  los procesos, las evaluaciones  y  emprender una dinámica que visualice al aprendiz desde lo humano.

Durante siglos se ha hablado de ver en nuestros estudiantes, no cómo proyectos de mano de obra  y eslabones de una interminable cadena esclavizada por los prototipos de intercambio de deseos superfluos que respondan al normalizado inconsciente colectivo que continúe sirviendo sumisamente al poder, pero poco o nada hace la escuela respondiendo a modelos impuestos desde el gobierno y con maestros que poco se involucran en el cambio que tanto promulgan en marchas y protestas, que solo dejan una estela momentánea de revolución sin cambio y aspiraciones cada vez más devaluadas,   como lo expresara el filósofo colombiano Estanislao Zuleta en su ensayo el elogio de la dificultad :

En lugar de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de la satisfacción, una monstruosa salacuna de abundancia pasivamente recibida. En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente sí han existido.

 

De igual manera el sistema ha ido respondiendo a esas pretensiones consumistas en donde el éxito y la felicidad son el discurso de adoctrinamiento de ideas neoliberales del capitalismo salvaje en el cual si no estás endeudado en créditos imposibles de pagar y sumido en la impotencia de sostener un nivel de vida que nunca es el soñado, tu existencia carece de sentido.

 

Soñar, trabajar, devengar, gastar, endeudarse y construir el ideal humano en arenas movedizas,  la sociedad exige encontrar la felicidad  a cualquier precio. El sistema nos vende la necesidad de vivir en un  cómodo apartamento con todos los lujos, facilidad de créditos para comprar un auto, tarjetas de crédito para comprar cuantos artefactos para facilitar los quehaceres, pero que lástima aún no se ha inventado la máquina que haga realidad los sueños, ni el artilugio que produzca felicidad.  Puede decirse que nuestro problema no consiste sola ni principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos; que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de desear.  Deseamos mal. En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo”. (Zuleta, 1980).   Por estos días de aislamiento, de distanciamiento social, confinamiento y ausencia de abrazos sería una gran oportunidad de dinamizar descontextualizando nuestras prácticas pedagógicas, reconociendo la precariedad de nuestro sistema educativo escaso de infraestructura  y con un horrible hacinamiento que es el principal detonante del bajo rendimiento y violenta interacción de los estudiantes en un ambiente que emula casi a la perfección el establecimiento carcelario que sólo se ha limitado a vigilar y castigar, tal como lo expresa Michel Foucault: “Aquellos muros , aquellos cerrojos, aquellas celdas figuraban una verdadera empresa de ortopedia social(…). Vigilancia ejercicios maniobras, calificaciones, rangos y lugares, clasificaciones, exámenes, registros, una manera de someter los cuerpos (…) se ha desarrollado en los hospitales, el ejercito, las escuelas, los colegios o los talleres; El siglo XIX inventó las libertades, pero les dio un subsuelo profundo y sólido;  la disciplina de la que  seguimos dependiendo (…)   (Foucault, 1975) dando por sentado que es impensable la autonomía  en una sociedad como la nuestra.  

 

Observar, escuchar, reflexionar; respetar. Promover el pensamiento crítico, hacerse preguntas mientras se divaga, se explora, se camina, volviendo a la esencia del pensamiento humano, no buscar respuestas sino interrogarse constantemente  sobre la razón y sentido de todo cuanto nos rodea.  Peripatéticos”  en pleno 2020, discípulos de Aristóteles, ahora cuando más tienen la oportunidad de encontrarle un sentido y explicación  a lo acontecido en este 2020 y ojalá regresar a la escuela con una visión cósmica, objetiva. Que este encierro pueda mover sensibilidades, hallar la esencia de nuestra existencia en los pequeños detalles y en el ideal de vernos a través del otro.

 

Hacer de los demás nuestro espejo, el reflejo de lo que queremos y esperamos de nosotros mismos, sin la arrogante y caníbal manera de obtener lo que se quiere pasando  por encima de quien sea.  Vayamos, sigamos por la vida pero mientras avanzamos,  pensamos, reflexionamos, “Peripatéticos” de la era digital, donde la adversidad se presenta como oportunidad y la interacción virtual en la mejor manera de allanar el camino para el reencuentro porque como seres sociales  necesitamos del contacto con el otro.  Pero ojalá esta experiencia  nos permita volver a encontrarnos, pero desde la visión de humanidad, empatía y reconociendo que nos necesitamos, que nos debemos a los demás ya sea virtual o presencial debemos evolucionar y adaptarnos a los retos que día a día se cruzan y nos hacen repensar nuestra forma de ser y de estar en el mundo.