martes, 25 de mayo de 2021

¿Y dónde está el presidente?

 

Llegó como promesa de la antítesis del supuesto fenómeno de tendencias de izquierda que venía mostrándose riesgoso para la plutocracia que desde la colonia imperaba como legado de lo que conocemos erróneamente como mundo civilizado.

Se catapultó con la desinformación sobre ideologías que terminó imitando.  Se dedicó a autoalabarse obligando a todo un país a verlo y escucharlo durante la pandemia al mejor estilo de Kim
Jong – Un, Nicolás Maduro, Francisco Franco, Adolfo Hitler, Augusto Pinochet y tantos otros modelos de gobiernos autócratas que se apoyaron en la miseria para continuar con alianzas mafiosas, discursos nacionalistas con los que justificaba masacres, abusos de autoridad y así crear cortinas de humo para sus opositores.

Quien en campaña henchido de orgullo demostró ser el único que sabía exactamente el número de calzado de su mentor, requisito indispensable al parecer, para poder gobernar un país. Demostró un muy fluido inglés para hablar de tú a tú con el tío Sam, pero una absoluta incapacidad para escuchar los clamores en la lengua oficial del país que gobernaba.

Al parecer pasó demasiado tiempo en tierras extranjeras, lo que lo desconectó por completo de la realidad del subdesarrollo de la tierra en la que fue puesto por el capataz del Ubérrimo, y controlado cual marioneta para evitar que sucediera lo mismo que su antecesor, quien para lograr firmar un tratado de paz tuvo que emanciparse y demostrar que la guerra frontal e indiscriminada además de costosa tanto en pérdidas humanas como en términos económicos había sido un total fracaso.

Tal era el influjo de aquel emperador titiritero a la sombra, que logró desmotivar a sus súbditos para que en una cruel ironía decidieran votar por el NO para poner fin a un absurdo conflicto que había normalizado a tal nivel la violencia en los campos y ciudades que como en una nueva versión del mundo al revés hubo que preguntar a la gente si quería o no vivir en paz.

Su gobierno fue absolutista, su gestión torpe, sus decisiones de espaldas al país, su comunicación con el pueblo demagógica además de incomprensible pues prefería hablar en inglés, y cuando por fin se acordaba que estaba en Colombia usaba un idioma modificado con palabras inventadas y verbos erróneamente conjugados.

La gran promesa de los poderosos de extrema derecha, de los fascistas desbordados, de los paramilitares engavillados y de los egos exacerbados colmó la paciencia del pueblo, perdió por completo el norte y quedó absolutamente a la deriva pues era evidente que no tenía ni idea de cómo gobernar y mucho menos de cómo acercarse a su pueblo.

Su indiferencia dejó a su pueblo sin gobierno, la presión de los poderosos hizo que los policías se fueran en contra de su propio pueblo, que el pueblo se levantara en contra de quienes decían defenderlos e iniciara una barbarie causada por el fuego cruzado de un bando y del otro. Y para evitar seguir siendo señalado y puesto contra la pared, decidió concederse entrevistas a sí mismo, para continuar con la dinámica narcisista de toda su estirpe: un terrateniente que se empeñaba en ver al país como un gran feudo, una vicepresidente que consideraba que la clase popular eran una manada de atenidos, un fiscal que se autoproclamaba como el segundo colombiano más importante después del presidente;  y acostumbrado a decir su discurso desde un set  totalmente desconectado de su realidad, se vio obligado a acabar con su programa ante la crisis, e inmerso en una encrucijada en la que todos le decían qué hacer,  como buena marioneta quedó al margen halado por cada quien a conveniencia, inmóvil, absorto, aterrado haciéndose la misma pregunta que se hacían 50 millones de colombianos; ¿y dónde está el presidente?

martes, 4 de mayo de 2021

El gran dictador

 


El gran dictador

Como en los albores del fascismo, la opresión, el radicalismo y la ultraderecha,  representados en un presidente marioneta de los poderosos, que debiendo favores era incapaz de gobernar y ejercía su gestión  a sangre y fuego. Qué diferencia podrá existir con  Hitler, Stalin o Franco que con un nacionalismo exacerbado se dieron a la tarea de exterminar a quien osara controvertir sus nefastas intenciones  con el lema Dios y Patria.

Que gran contradicción de quienes  se autoproclaman discípulos de su Dios pero al mismo tiempo sirven al más vil de los demonios, adoctrinando a sus soldaditos para que en medio del conjuro que los hipnotiza y los convierte en verdaderos verdugos de sus congéneres los  aplasten  como tributo a su Dios

Los peones del gran dictador enfrentan un gran dilema;  defender a su patria invocando al Dios de la guerra o ser acusados de traición porque no hay honor más grande según les enseñan que morir por su país.

El gran dictador hace gala de su proeza obedeciendo a su emperador quien le ordena usar armas y disparar a diestra y siniestra para doblegar las demandas de un pueblo que sólo pide ser escuchado.

El mandatario de pacotilla que sólo se preocupaba  por una imagen llena de eufemismos, y salir bien maquillado en televisión, siguió con su política  que en campaña prometió no generar impuestos y mejorar los programas sociales,  dejo los huevos de su padrino a un lado y se dedicó a vender naranjas,  naranjas cultivadas en el huerto de los mafiosos y los  poderosos.

Como Pilato se lavaba constantemente las manos, acto loable en medio de una pandemia, pero inconsciente de su investidura   comenzó a arrinconar a su pueblo hasta dejarlo al borde del abismo. Muchos sucumbieron y cayeron,   sin que su gran emperador siquiera intentara alargar su brazo para protegerlos, por el contrario gastó lo poco que quedaba en comprar nueva flotilla  para transportarse junto a su sequito cual familia real europea y lo demás lo invirtió en reivindicar su inepta gestión en un programa de televisión al mejor estilo del “Aló Presidente” de su ahora homólogo vecino.

El gran dictador experto en emular a las más nefastas figuras, mirando siempre al patio del vecino  y dándoles la espalda a sus compatriotas, inventaba nombres a todas sus sentencias para evitar atormentar a sus interlocutores; a la cuarentena la llamo aislamiento  preventivo obligatorio, las masacres asesinatos colectivos, a su propio reality en televisión Prevención y acción, con el cual no logró ni lo uno ni lo otro, y por último una temeraria e indolente reforma fiscal la bautizó como ley de solidaridad sostenible. – Que conveniente diseñar cortinas de humo para gobernar en beneficio de unos pocos y arrebatar lo poco que les queda a los desposeídos.

Los últimos acontecimientos de nuestra amada Colombia solo reflejan el descontento de un pueblo que aún no se repone de  dos guerras: la que libra contra los violentos desde hace décadas y la que  ahora enfrenta  contra un virus que llegó y acabó no sólo con la vida,  sino también  con los pocos bienes de millones de colombianos.

Un pueblo arrinconado por su propio gobernante, un pueblo de hambre que sólo recibe migajas de los grandes banquetes de palacio,  un pueblo que llegó al hastío por los abusos y la opresión, una nación que se levanta en medio de arengas libertarias, pero un pueblo que en unos días olvidará lo que motivó su emancipación y de nuevo gritará “vítores” a quien otrora los oprimió,  y como si todo hubiera sido un nefasto sueño levantarán sus manos y proclamaran de nuevo a su gran dictador.