miércoles, 22 de abril de 2020

Desde mi ventana








Por  Diego Ospina Castaño

Son las 5:30 de la mañana, despierto abruptamente, con la sensación de que no alcanzaré a llegar a tiempo a mi colegio, después de un largo fin de semana que no parecía que lo fuera, pues cada día era exactamente igual al anterior.
Tomo una ducha, desayuno a prisa pero de repente una horrible revelación llega a mi mente, y en ese mismo instante una voz en la radio anuncia que iniciamos el tercer día de una cuarentena obligatoria. Ya había extrañado que mi colega y amiga que siempre me recoge en su auto cada mañana para llevarme al colegio con una puntualidad que es poco común por estos días, no hubiera llegado. Lo tomo con calma, voy a la cocina y preparo un café como siempre lo hago, pero ya con la certeza de que aquel día será el primero de muchos días en el encierro, con la restricción de salir una vez por semana y con la incertidumbre de saber si algún día todo volverá a ser como antes.
Una avalancha de noticias, cifras, decisiones gubernamentales, resoluciones, decretos, protestas, reclamos y un sinnúmero de manifestaciones expresando la angustia y zozobra que conlleva para una inmensa mayoría el detenerse, dejar de salir a trabajar en su puesto ambulante, en la esquina del semáforo, en el comercio informal, al igual que a miles de mujeres y niños a quienes obligaron a confinarse en la prisión de convivir con un agresor cientos de veces denunciado por violencia intrafamiliar y como siempre la excusa de que es culpa del confinamiento que en definitiva como toda crisis no vuelve a nadie bueno o malo, simplemente muestra el verdadero rostro de una humanidad absolutamente enferma.
Cuarentena; una palabra que sólo oíamos en boca de parteras o comadronas en épocas de nuestras abuelas quienes dieron a luz a un ejército de muchachitos sin pensar siquiera que en algún momento no tendrían qué comer, pues todo era abundancia; un vocablo usado en historias sobre epidemias, en tratamientos de extrañas enfermedades como el cólera, la gripe española o la peste bubónica, y se comenzó a utilizar para hacer referencia al periodo de aislamiento y recuperación en aquellos tiempos. Quién se iba a imaginar que en pleno siglo XXI  tuviésemos que recurrir a tan primitivos métodos de control epidemiológico, porque con nuestro sistema de salud rara vez dan una incapacidad mayor a tres días con lo cual era absolutamente inverosímil que se propusiera tal estrategia de contención de una enfermedad.
De regreso a mi realidad, y después de darme cuenta que no andaba en un momento onírico del ensayo sobre la ceguera, o de la peste, ni mucho menos dentro de un delirio del amor en los tiempos del cólera, era más bien una apocalíptica realidad que hacía eco de aquellos predicadores que amenazaban con un final inminente donde unos pocos tendrían la fortuna de salvarse. Si bien vivíamos amontonados, atropellados, indiferentes e hipnotizados por nuestro egoísmo enviando abrazos y besos por medio de emoticones y a veces evitando siquiera sentir al otro, cuanto extrañamos ahora el abrazo, el beso, la sonrisa abierta y sincera, el roce en un atestado metro o bus en hora pico, aunque este último escenario es despreciable, no se puede negar que se había convertido en un cuadro folclórico más, justificado por la indolente premura del arrebato urbano matutino.
Mi teléfono no deja de sonar y me doy cuenta que es el resultado de todas las redes sociales en ebullición, mostrando en vivo y directo animalitos reclamando su espacio en la pradera cercana a un centro urbano, o la horda de personas protestando por la falta de atención del estado, el jovencito irreverente que se ufana de burlar a las autoridades saliendo cuando debería estar encerrado, de miles de ciudadanos bondadosos queriendo ayudar a sobrellevar la crisis, y la más atroz; la de varios jefes de estado diciendo públicamente que el aislamiento es innecesario y que la divina providencia los mantendrá a salvo, poniendo en evidencia su populismo y falta de inteligencia a la hora de tomar decisiones en colectivo.
Pienso, ¿y ahora qué? Si bien mi misión como docente me mantiene a salvo pues puedo trabajar desde casa, y que no dejaré de recibir mi salario, nada en el mundo puede reemplazar ese momento de llegar al salón de clase y sentir que estoy vivo, que formo parte de ese engranaje, que aunque imperfecto es el aliciente, motivo y razón por la que despierto cada mañana con el ánimo de hacer de nuestra sociedad un mejor lugar para estar y existir.
Las sonrisas, ocurrencias, chistes, bromas y en ocasiones llantos de los estudiantes son nuestro mejor alimento porque llenan a borbotones nuestra alma y si bien ahora mismo insisten en que debemos entrar a la educación virtual, nada puede reemplazar el mirar a cada uno a los ojos y que sientan que estamos allí para hacer de su día a día una historia para contar y llenar miles de hojas con experiencias que tanto a ellos como a nosotros nos ayudan a ser mejores personas.
Miro por mi ventana y como el presagio de un ciclo que debe completarse, de un renacer que debe darse, una lección que debe aprenderse y como una promesa que hiciera la madre naturaleza a Noé, veo un arcoíris como convocando una gran alianza que nos permita reconocer lo pequeños y frágiles que somos, lo egoístas que hemos sido, y poder despertar de este gran sueño agradecidos por la nueva oportunidad que tenemos de renacer, reinventarnos y ante todo de vivir con menos equipaje y más amor.

martes, 21 de abril de 2020

Día del idioma español


911, español tenemos un problema

POR: DIEGO OSPINA CASTAÑO

En la esquina del barrio, en un programa juvenil de alguna emisora radial, en la charla con los amigos de clase en el colegio, en el transporte público, en la cotidianidad de los mensajes de WhatsApp,  en fin,  en un sinnúmero de escenarios contemporáneos; interesantes y aleccionadoras conversaciones protagonizadas por algunos de los individuos de la generación actual, aquellos que tuvieron la fortuna o tal vez la desventura de nacer en la era digital,    aquellos quienes llegaron a la vida con acceso a toda suerte de dispositivos digitales y no imaginan un mundo sin toda esa maraña  virtual de actos comunicativos.

Si bien es interesante el progreso y  evolución de la  que algunos estudiosos de la lengua y sociolingüistas defienden como parte de un proceso apenas lógico concatenado al devenir de las transformaciones sociales, es también lamentable el excesivo simplismo y decadencia  que ha desdibujado por completo la sutileza,  limpieza, elegancia y decoro en la expresión oral que ha privilegiado el simple  uso del lenguaje frente a su correcta expresión ;   y  se ha animado  a los jóvenes de la  época actual a participar del fatídico declive de nuestro idioma al extremo que les resulta prácticamente imposible comprender un texto que no esté escrito en la más funesta jerga callejera o en el mejor de los casos forme parte del “extenso acervo lingüístico” de una canción de “reggaeton”.

Rescate 911, SOS, Mayday,  tenemos un problema; Miguel de Cervantes ha de estarse halando los cabellos en el más allá, Cortázar estará maldiciendo el haber creado la más grandiosa obra de la vanguardia literaria latinoamericana, Gabo habría ya desistido de haber imaginado Macondo con sus millones de mariposas amarillas e Isabel Allende ha de estar preguntándose si ¿habrá valido la pena el fusionar la realidad política con el paralelismo de lo esotérico en su casa de los espíritus?  Todos muy seguramente en su momento también se preguntarían si su misión creadora, testimonio del anacronismo de la sociedad de su época pero también reflejo de la maravillosa actualidad y vigencia de cada una de sus historias resistirían el paso del tiempo siendo la única evidencia de su trasegar  por la tierra.

No ha de preocuparnos pues la inocua experiencia de algunos que creen haber conquistado masas con sus postizas rimas llenas de violencia y pornografía que sólo son reflejo de la ignorancia de aquellos que han sido seducidos por su decadente verborrea que sin ton ni son sigue ganando espacio en una juventud que no lee, no reflexiona, no cuestiona, y que el único referente que tiene de lectura crítica es simplemente expresar que tanto les gustó o no  un texto propuesto por el maestro después de muchos ensayos para lograr impulsar aunque sea someramente un pobre encuentro con la lectura; haciendo apología a la campaña publicitaria de promoción a la lectura : “lee lo que sea, pero lee”. 
Qué lástima legitimar la mediocridad.  Piensa lo que sea pero piensa, di lo que sea pero di algo, escribe lo que sea pero escribe. Con razón todo es relativo y todo vale incluso en las más encumbradas esferas académicas donde se adoctrina en el sentido más amplio del término y donde se sigue filtrando el acceso al conocimiento con murallas infranqueables de evaluaciones que en nada contribuye  a hacer de la educación un verdadero derecho.

Mis queridos jóvenes millennials, centennials, o como quieran llamarse, que orgullosos se ven obnubilados por sus Smart phones,  que en verdad son muy inteligentes pues han logrado tomar el control de sus vidas y les han robado el poder de pensar por sí mismos, de decidir, de hablar y de opinar de forma  sensata, coherente y concreta.

Hoy la historia se escribe virtualmente, a través de memes, estados, “likes”,   y comentarios mal redactados, sin fundamentos y con incalculables errores de ortografía.  Sigan pues alimentando su hambre de solamente textear; no lean, no piensen, no estudien, al fin  dentro de unos años cuando no tengan que decir más allá de las pocas expresiones emulando una mala retahíla “reggaetonera” como la peor experiencia del oráculo que vaticinará un destino empobrecido por la esquiva respuesta  hacia sus maestros por reescribir la historia de sus vidas desde la inmarcesible e inagotable fuente de sabiduría que sólo puede hallarse en el aljibe sin fondo de la riqueza lingüística de nuestro idioma y en la mente inquieta que devela los secretos más inexplicables de quienes se tomaron el esfuerzo de decir más que palabras;  han creado mundos, abordado experiencias de la mano de personajes únicos, en discursos magistrales y con reflexiones profundas que se contraponen a la frivolidad, ligereza y superficialidad en la que se ha visto inmersa la prosa costumbrista, la identidad folclórica y el encanto autóctono desdibujados en la vulgaridad, la atrocidad,  el desencanto y el facilismo mediático.

Es hora de poner freno a esta desbandada de expresiones inútiles que hacen prácticamente imposible sostener una conversación por más de cinco minutos, argumentar una postura ideológica o comentar de forma reflexiva la actualidad de nuestro tiempo, opacada por telenovelas y realities que avalan el culto al yo, el narcisismo y la morbosidad que sólo pueden surgir de corazones insensibles, ojos ciegos y mentes ausentes de toda introspección que les impide construir una cosmovisión coherente al infinito acceso a la información de la actualidad mundial.“Mene MeneTekel Upharsin” - (libro de Daniel 5, 25) ___ Has sido pesado en la balanza y has sido hallado falto de peso -__  El mundo actual nos ha entregado todas las herramientas para acercarnos de forma casi inmediata al conocimiento, al crecimiento intelectual al intercambio infinito de información, pero sólo somos un remedo de civilización con delirios de grandeza que ha regresado a la  primitiva escasez del lenguaje y con la salvaje costumbre de escribir lo que sea contra quien sea ya que se ha convertido en la única evidencia de que seguimos con vida.

sábado, 18 de abril de 2020

Una iglesia ausente en medio de la incertidumbre..


Una iglesia ausente en medio de la incertidumbre…

Por Diego Ospina Castaño
abril 9 de 2020

Durante siglos las congregaciones religiosas, en especial la católica, difundieron una fe enfocada en la majestuosidad de sus edificios, en la compraventa del mensaje de Jesús y de la horripilante amenaza de recibir el más brutal castigo infringido por Dios a través de los hombres que habían sido ungidos para tal misión, y a quienes se les debía total obediencia, sumisión y admiración porque habían dedicado su vida, negándose a los placeres mundanos para mostrar a sus fieles el camino al cielo.  Un oscurantismo justificado en la premisa que sostenía sus bondades blandiendo la biblia en una mano y un látigo en la otra.

La gran fábrica de alabanzas y vendedora de bendiciones se dedicó a cobrar tributos a cambio de favores celestiales con la promesa de la vida eterna. Jesús de Nazaret  quien predicó la presencia de Dios en todas partes, de la abundancia de corazón para estar con Dios, del mensaje de amor entre todos los seres humanos sin distinción alguna, lejos estaba de imaginarse la criminal campaña que emprenderían los hombres en su nombre, de aquellos que hicieron de su horrible tortura y muerte el signo de la trascendencia espiritual; la mortificación y el dolor en el ideal macabro de una vida digna, el voto de pobreza en excusa para amasar su repugnante riqueza y la modesta vestidura en antítesis de su fastuosa casulla.

La católica,  la universal sólo manifiesta en  su afán expansionista en una alianza mafiosa con las monarquías europeas; la apostólica, que durante siglos sólo infringió dolor a quienes no reconocían a cristo como el hijo de Dios; La romana expresa  en  su relación de mutualismo con el más grande imperio de la historia y su régimen del terror logrando posicionarse como un ente poderoso, millonario e influyente, la del santo oficio que  ha santificado miles de niños manoseándolos y abusándolos  detrás de los altares.

Más de mil quinientos años de abusos y mentiras justificados en la incapacidad de los seres humanos de asumir responsabilidad por sus actos, en el anhelo de un diezmo que se traduzca en indulgencias, en el sueño de placebos espirituales que obnubilan el verdadero sentido de un creador omnipresente, del verdadero sentido de la bondad que no implica necesariamente profesar un culto o en la vida desinteresada de servicio no por reconocimiento o expiación, sino simplemente por el sentido común de ayudar de forma altruista a conservar la especie. 

Una especie que también creó una élite que atesora en Roma la más absurda vocación de servicio; a la guerra, las dictaduras, el hambre promulgando votos de pobreza en personajes revestidos con lujosas joyas y  montados en su auto último modelo.


 Si bien no todos los  militantes de la iglesia han sucumbido ante la tétrica estrategia de persuasión dogmática,  y tratan sin mucho éxito de menguar los efectos de las atrocidades concebidas por quienes se jactan de ser el vínculo místico entre Dios y el resto de la humanidad, su silencio  puede convertirse en cómplice o por el contrario su denuncia en motivo de persecución y hasta expulsión.

En medio de una guerra que sin misiles ni bombas atómicas ha logrado contener a toda la humanidad en el único lugar que para la mayoría representa seguridad y refugio, todos, tanto clérigos como fieles debieron por fin aceptar a regañadientes que su Dios en verdad podría estar en todas partes, que de nada vale saludos de paz en medio del templo, que sin sentarse en primera fila  para mostrar cuan buen fiel se puede llegar a ser,  y aceptar que es en lo anónimo, en lo silencioso, en lo cotidiano en donde se puede en verdad hacer para todos de nuestro mundo, un mejor lugar para vivir.

2020 pasará a la historia como el año en que el mundo se detuvo, los comercios cerraron, las personas se aislaron producto de una pandemia sin precedentes, tan solo comparable con la peste bubónica, durante la edad media.  Quién se iba a imaginar que en pleno siglo XXI, en la era tecnológica, con los más grandes avances a todo nivel, un organismo minúsculo, invisible, imperceptible, confinó a toda la especie humana de todo el planeta en una cuarentena que impide cualquier tipo de reunión e interacción social y más aún eventos masivos. Todo esto en la víspera de la más importante celebración religiosa del mundo cristiano: La Semana Santa.

Mientras gobiernos de todo el mundo luchan por lidiar con la pandemia covid– 19, buscan recursos para ayudar a quienes no pueden salir a trabajar; mientras médicos, enfermeros y trabajadores de la salud exponen sus vidas para ayudar a miles de enfermos, mientras millones de personas ponen lo mejor de sí para contribuir a sobrellevar la emergencia; la gran promotora de la bondad y caridad, solo se limita a hacer plegarias mirando una cruz en sus lujosos altares, pensando  seguramente en los millones que dejarán de percibir debido a que sus fieles en la mejor temporada para el comercio de la fe están más ocupados manteniéndose a salvo porque si Dios existe seguramente está ya presente en tantas buenas acciones, y    no debería el mismo Dios   permitir que sus emisarios terrenales dejen tan mal representado su ideal de altruismo, filantropía, caridad y amor al prójimo.

Esperemos que esta crisis mundial deje algo más que mensajes conmovedores, sentencias apocalípticas o amenazas de un final inminente. Que la vida espiritual que tanto se proclama en los púlpitos se traduzca en caridad, en humildad; y los tan mal llamados representantes de Cristo en la tierra, esos apóstoles, entiendan al fin que su misión salvadora lejos está de ser el eco de un humilde carpintero que hace más de dos mil años sin mayores pretensiones que las de promulgar el amor en la humanidad, pasó a la historia  simplemente como uno  de los mejores  seres humanos que ha existido.