“Es que esto acá no es atenidos a ver qué hace el gobierno por cada uno de nosotros” Martha Lucía Ramírez
Después de casi seis meses de aislamiento, obligatorio, inteligente, negligente, inconveniente, atroz, nefasto con demasiado ruido desde los canales nacionales y pocas nueces en las calles y barrios de los más desfavorecidos quienes terminaron sucumbiendo y poniendo la mayor cantidad de víctimas ante la indolencia de las políticas neoliberales, fascistas que dejó a la virgen de Chiquinquirá la suerte de quienes lamentablemente continúan creyendo que un milagro salvará la insensatez, indisciplina y pésima gestión de los gobernantes que desviaron por todos los medios posibles la responsabilidad de administrar de forma sensata los recursos para evitar el gran deceso de la ya frágil economía colombiana.
Pequeños emprendimientos cerrados,
empresas quebradas, negocios informales perseguidos y una sociedad encerrada en sus casas mientras la
delincuencia se pavoneaba como si nada a sus anchas arrinconando a los pocos que aún podían salir
a tratar de mantener a flote sus
familias.
La promesa de una renta básica se
convirtió en la excusa perfecta para desviar recursos, como lo decía nuestra flamante vicepresidente,
filósofa contemporánea “es que esto acá no es atenidos a ver qué
hace el gobierno por cada uno de nosotros”, qué tal los atenidos que no
han podido estudiar, ni tener un trabajo digno,
ni un sistema de salud eficiente por culpa de otros atenidos gobernantes
que sólo piensan en enriquecerse, desfalcar los recursos públicos, crear
leyes que sólo benefician a los bancos privados al igual que a las grandes empresas de los
grupos económicos nacionales y extranjeros. Que tal los colombianos atenidos,
en vez de seguir el ejemplo emprendedor
del hermano de Martha Lucía quien en 1997 ya tenía una
empresa exportadora de un preciado y apetecido producto para los gringos. Un talco alucinante por el que innumerables colombianos han perdido la libertad pero el emprendedor hermanito de
“martuchis” sólo tuvo que llamar a su influyente familia y pagar una módica
fianza de más de 150.000 dólares.
Llegó el fin de la cuarentena con la
incertidumbre de lo que será la vida de millones de colombianos que perdieron
su trabajo, y de tantos millones más que estaban en la informalidad precisamente por no ser atenidos y terminaron
pagando multas y sin poder acceder a créditos
por no tener cámara y comercio, porque en Colombia sólo se apoya a las grandes
empresas respaldadas por los monopolios y una vez más se le mintió a los
millones de atenidos que no tenían cómo sobrevivir en medio de la más profunda crisis sanitaria, económica, política y humanitaria.
Se detuvo el país con el pretexto de
evitar el contagio masivo, pero la incertidumbre de quienes dependían del diario
les obligó a continuar en las calles arriesgando su salud y la de sus
familias. Los recursos que habrían sido
suficientes para que los hogares menos favorecidos pudieran seguir consumiendo
sus elementos de primera necesidad fueron despilfarrados y disfrazados en días
sin IVA y subsidios que nunca llegaron a sus destinatarios. Por el contrario se empezó a recriminar por la falta de
disciplina en un país donde históricamente
el estado ha sido aliado del
hampa, un país desigual y corrupto. Se habló de autoregulación y distanciamiento en
una nación donde los servicios de salud siempre están hacinados y las aulas de
clase repletas de estudiantes en condiciones precarias.
Se acabó la cuarentena 2020, y todo empezará de nuevo. Ya mañana otro
sofisma de distracción ocultará todos los escándalos de corrupción y malos
manejos que el actual gobierno hizo
durante la cuarentena en beneficio de
los mismos grandes capitalistas en su alianza mafiosa con los carteles de la droga,
los paramilitares y la subversión. Las
promesas del primer mandatario en su programa de “prevención y acción” solo logró prevenir su propio contagio y el de
su gabinete; y se puso en acción para
beneficiar a corruptos con los recursos que debieron
haberse invertido en mejorar las condiciones de los hospitales, y centros de
salud, así como la de los trabajadores que perdieron su empleo.
Cada gobierno es una versión mejorada de lo desleal y antidemocrático que puede llegar a ser el poder. Usando las crisis para desviar la ya atrofiada atención de las masas y entregar a la delincuencia, tanto la de cuello blanco como la de ruana, para que hicieran feria durante 163 días a sus anchas en todo el territorio nacional. A quienes no mató el virus los mató la gran cantidad de hechos violentos y masacres, perdón : “homicidios colectivos” pues al parecer para nuestro anaranjado presidente y su ministro de defensa el uso de términos sinónimos desdibuja la magnitud de la tragedia, lo mismo que pasó con el hermanito de la vicepresidenta, que no fue mula del narcotráfico sino exportador a menor escala de productos alucinógenos hacia los estados unidos, Uribe no es paramilitar sino promotor de grupos de defensa de los campesino, que terminaron aniquilando y desplazando a quienes supuestamente defendían, los colombianos no somos corruptos sino “avispados” y la nueva etapa en el manejo de la emergencia sanitaria no es un "sálvese quien pueda" sino un aislamiento selectivo de distanciamiento y responsabilidad individual. Toda esta suerte de conceptos y términos demagógicos dejan en el limbo a los ciudadanos del común quien en últimas con tal de sobrevivir venderá hasta su conciencia y por la inmediatez del momento se endeudará hasta el cuello, pagará cuotas cada vez más altas para luego cuando por fin esté cerca su tan anhelada jubilación darse cuenta de que no posee absolutamente nada.
Si bien la cuarentena 2020 se había
vislumbrado románticamente como la oportunidad de hacer de nuestro mundo un
lugar mejor; sí que lo fue. Un mejor lugar para los gobernantes e industriales
neonazis que tienen una especie de rencor absoluto por las minorías, por los
necesitados, por quienes no han contado con el respaldo de las monarquías y han
ido escalando posiciones poniendo de peldaños a quienes siguen esclavizados,
explotados o como lo diría nuestra flamante vicepresidente “atenidos”. Hoy el presidente Duque muestra su magnificencia,
leyendo una interminable lista de supuestos progresos en materia de salud
pública y bienestar social, totalmente vigente en el papel pero
absolutamente etérea en nuestra macondiana realidad.
Nuestro hermoso país nunca ha tenido
un rumbo cierto, sigue siendo un barco a la deriva, capitaneado por la
mezquindad tanto de los electores como de los elegidos, un barco que nunca
llega a puerto seguro porque es mucho más fácil seguir remando en las
turbulentas aguas de la corrupción, la indiferencia y la ignorancia que tocar
un puerto donde se haga un alto, se calibre la brújula, se alineen las velas y con la carta de navegación
pensada con sensatez se leven anclas y
se continúe navegando con la certeza que
nunca hemos de naufragar.
Nuestro capitán en dos años más
abandonará el barco, conquistará territorios con el único propósito de labrar
su propio destino y dejará de nuevo un barco ajetreado, desgastado con las
velas rotas y una brújula absolutamente desorbitada.
El barco al garete continuará, mientras millones de viajeros producto
de la inhumanidad son arrojados por la borda y seguirán naufragando y dejados a
la deriva por sinuosos caminos que nunca han de enderezar; un gran barco que solo mantendrá a bordo a los grandes señores de los monopolios, las
mafias, la corrupción y la violencia. Un barco que navega en ríos de
marginalidad y sangre, un barco que seguirá trasegando en celebraciones y
banquetes. Ese barco que no admite atenidos sólo seguirá manteniendo a salvo a
millonarios y corruptos lanzando un pequeño y desinflado flotador con la
consigna “sálvese quien pueda”.
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