martes, 4 de mayo de 2021

El gran dictador

 


El gran dictador

Como en los albores del fascismo, la opresión, el radicalismo y la ultraderecha,  representados en un presidente marioneta de los poderosos, que debiendo favores era incapaz de gobernar y ejercía su gestión  a sangre y fuego. Qué diferencia podrá existir con  Hitler, Stalin o Franco que con un nacionalismo exacerbado se dieron a la tarea de exterminar a quien osara controvertir sus nefastas intenciones  con el lema Dios y Patria.

Que gran contradicción de quienes  se autoproclaman discípulos de su Dios pero al mismo tiempo sirven al más vil de los demonios, adoctrinando a sus soldaditos para que en medio del conjuro que los hipnotiza y los convierte en verdaderos verdugos de sus congéneres los  aplasten  como tributo a su Dios

Los peones del gran dictador enfrentan un gran dilema;  defender a su patria invocando al Dios de la guerra o ser acusados de traición porque no hay honor más grande según les enseñan que morir por su país.

El gran dictador hace gala de su proeza obedeciendo a su emperador quien le ordena usar armas y disparar a diestra y siniestra para doblegar las demandas de un pueblo que sólo pide ser escuchado.

El mandatario de pacotilla que sólo se preocupaba  por una imagen llena de eufemismos, y salir bien maquillado en televisión, siguió con su política  que en campaña prometió no generar impuestos y mejorar los programas sociales,  dejo los huevos de su padrino a un lado y se dedicó a vender naranjas,  naranjas cultivadas en el huerto de los mafiosos y los  poderosos.

Como Pilato se lavaba constantemente las manos, acto loable en medio de una pandemia, pero inconsciente de su investidura   comenzó a arrinconar a su pueblo hasta dejarlo al borde del abismo. Muchos sucumbieron y cayeron,   sin que su gran emperador siquiera intentara alargar su brazo para protegerlos, por el contrario gastó lo poco que quedaba en comprar nueva flotilla  para transportarse junto a su sequito cual familia real europea y lo demás lo invirtió en reivindicar su inepta gestión en un programa de televisión al mejor estilo del “Aló Presidente” de su ahora homólogo vecino.

El gran dictador experto en emular a las más nefastas figuras, mirando siempre al patio del vecino  y dándoles la espalda a sus compatriotas, inventaba nombres a todas sus sentencias para evitar atormentar a sus interlocutores; a la cuarentena la llamo aislamiento  preventivo obligatorio, las masacres asesinatos colectivos, a su propio reality en televisión Prevención y acción, con el cual no logró ni lo uno ni lo otro, y por último una temeraria e indolente reforma fiscal la bautizó como ley de solidaridad sostenible. – Que conveniente diseñar cortinas de humo para gobernar en beneficio de unos pocos y arrebatar lo poco que les queda a los desposeídos.

Los últimos acontecimientos de nuestra amada Colombia solo reflejan el descontento de un pueblo que aún no se repone de  dos guerras: la que libra contra los violentos desde hace décadas y la que  ahora enfrenta  contra un virus que llegó y acabó no sólo con la vida,  sino también  con los pocos bienes de millones de colombianos.

Un pueblo arrinconado por su propio gobernante, un pueblo de hambre que sólo recibe migajas de los grandes banquetes de palacio,  un pueblo que llegó al hastío por los abusos y la opresión, una nación que se levanta en medio de arengas libertarias, pero un pueblo que en unos días olvidará lo que motivó su emancipación y de nuevo gritará “vítores” a quien otrora los oprimió,  y como si todo hubiera sido un nefasto sueño levantarán sus manos y proclamaran de nuevo a su gran dictador.   

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